Estamos cerrando la campaña gruesa con todos nuestros clientes. Es por eso que para esta columna elegimos un tema que consideramos clave para las empresas agropecuarias en este momento.
Se trata del análisis patrimonial, el cual representa “una foto de la situación financiera de la empresa” y es un análisis que se puede hacer en distintos momentos de la campaña. Desde GC consideramos que los momentos oportunos para realizarlo son post campaña fina y al momento del cierre de gestión, que comúnmente se lleva a cabo en el mes de junio. Esto es clave para tener una foto de como están los números de la empresa.
A partir del análisis de la estructura y composición del activo, pasivo y patrimonio neto, evaluamos puntos relacionados a indicadores como liquidez, prueba ácida, endeudamiento y solvencia.
Lo más relevante pasa, en primer lugar, por el indicador de liquidez. Este último es el que indica que capacidad tiene la empresa para hacer frente a todas sus obligaciones de cara a lo que viene.
Con esta tarea, de manera administrativa, se verifica si los ingresos que se generan o generarán serán suficientes para cubrir aquellas deudas a las que se debe responder en el corto plazo.
Es importante chequear esto al menos dos veces al año ya que si la liquidez es demasiado alta, eso podría estar indicando que los recursos con los que cuenta la empresa no están siendo invertidos de manera eficiente. Esta tarea, en muchos casos, lleva a que se evalúen nuevas oportunidades de inversión o una reducción de pasivos que generan un costo financiero importante.
El otro indicador de mayor importancia es el de prueba ácida, el cual tiene la misma lógica que el de liquidez, pero que se obtiene a partir de todos los activos corrientes con los que cuenta un establecimiento. Este índice es más complejo porque a la disponibilidad que tiene la empresa se le resta lo que conocemos como “sementera” y almacenes.
La “sementera” comprende a aquellos granos con que, por ejemplo en el caso de la agricultura, la empresa va a producir pero aún no está cosechado, por lo tanto no forma parte de la disponibilidad inmediata, pero sí se hará de ellos en el corto plazo. En el caso de los “almacenes”, son aquellos stocks de agroquímicos y fertilizantes que se contabilizan dentro del activo corriente y poseen un valor comercial, pero para el caso de las empresas agropecuarias no forma parte de la actividad principal y se cuenta con ellos como insumos para la producción.
Otro de los indicadores a tener en cuenta es el de endeudamiento, que contempla la relación entre el activo y el pasivo de la empresa. Este tiene como objetivo reflejar la proporción o grado en el que la empresa se financia con recursos de terceros en relación a los propios (patrimonio) o bien el porcentaje de los activos que está financiado por terceros.
Cuando se observan indicadores elevados, esa dependencia podría poner en riesgo la viabilidad futura. En cambio con un un indicador bajo, se concluye que la empresa no depende excesivamente del financiamiento externo y financieramente es más estable.
El último de los indicadores es el de solvencia, el cual expresa la capacidad de una empresa para pagar sus deudas. Refleja la solidez estructural para afrontar sus compromisos. Mide cuántas veces el patrimonio puede cubrir el total de las deudas.
Esto a simple vista parece una tarea sencilla de hacer tranqueras adentro. Pero la realidad del sector marca que no son muchas las empresas que realizan este ejercicio.
Para que los productores agropecuarios puedan perdurar y sostenerse en el tiempo es vital que comiencen a introducir este tipo de prácticas en sus negocios. El partido perfila complejo de cara a la campaña 25/26 y quienes no ajusten clavos administrativamente correrán mayores riesgos.